Con un pequeño y rudimentario alambique bajo el brazo, algunas semillas y conocimientos escasos en la extracción de aceites esenciales, llega a la isla como prisionero de guerra el que creemos que es el fundador de esta tradición que pasa de padres a hijos, luego se pierde y difumina entre generaciones y, finalmente,se vuelve a recuperar hace años gracias a las quinta y sexta generación de la familia.